OPINIÓN/EDITORIAL
EL BAR DE PEPE
SOY TAURINO ¿Y QUÉ PASA?
¿Por qué no se respetan los derechos de los ciudadanos, en cuanto a ver un espectáculo? lo más curioso es que lo prohíben aquellas personas amparadas en la democracia se denominan demócratas.
Un principio básico de la democracia es el respeto mutuo, el libre albedrío, a la elección de su manera de vivir, de vestir, del ocio que prefiere.
Aquellos que defienden la necesidad de acabar con la fiesta nacional, o sea las corridas de toros, alegando el maltrato que a los que se le somete a un toro, especialmente criado para la lidia, olvidan que si consiguen su propósito habrán acabado, eliminado, una raza, una especie animal única en el mundo, por la sencilla razón que habrán terminado con todas las ganaderías del toro bravo.
Muerto el perro se acabó la rabia. Nadie obliga a nadie a asistir a un coso taurino a ver como se la juega un torero con un toro de 600 ó 700 kilos de peso, porque limitar el arte del toreo.
El Cossio, la enciclopedia taurina, dice:
"En la Crónica General de 1256 el Rey Alfonso X, conocido como “El Sabio”, nos habla de “correr los toros”, pero con un sentido muy diferente al de los “circos” romanos, ya que no se nos presenta como un deporte, sino como una lidia entre el toro de un lado y del otro el hombre".
La más antigua suerte de torear a caballo creo que fue el alanceamiento. Tal boga tuvo esta forma de lidiar los toros en el siglo XVI, que el propio Emperador Carlos V alancea un toro en Valladolid, en las fiestas por el nacimiento de su hijo, el futuro Felipe II.
Es curioso destacar que el tema taurino preocupa incluso a la Iglesia de Roma que no puede sustraerse a ello y así en un “motu propio” del Papa Pío V, se llega a prohibir bajo la pena de excomunión la fiesta de los toros, si bien dicho empeño cayó en “saco roto”, llegando el Papado a corregir esa posición hostil a la fiesta de los toros, tal vez preocupado de perder el apoyo de una nación oficialmente tan católica como la española, que aparecía ante las demás naciones como un pueblo de “excomulgados”, convirtiéndose en piedra de escándalo.
Los castellanos, pese a ese “acendrado” catolicismo y durante el tiempo de prohibiciones pontificias las burlaron mediante hábiles subterfugios.
No se muy bien si estaré acertado pero si les puedo decir, a ciencia cierta, que nadie obliga a nadie a asistir a una plaza de toros y ver como se “degüella” a un toro, dicho esto, hay que reconocer que si no matan en el recinto taurino lo tendrán que hacer en el matadero de forma aun más torticera y repugnante ya que no se le da opción a defenderse, e incluso a ser indultado por su bravura y continuar su vida hasta morir de vejez.
En la parte gastronómica del toro se aprovechan hasta los “andares”. El rabo de toro y sus filetes o chuletones son muy preciados por numerosos restaurantes, y degustados por numerosa clientela.
Prohibir por prohibir, prohibamos la caza del zorro, las peleas de gallos, las peleas de perros, la caza de la ballena, del jabalí, de las cabras montesas, de los mosquitos, las moscas, los tiburones y todo el pescado, la matanza de pollos y eliminemos los mataderos, hagamos una ley que penalice el consumo de carnes y pescados, solo sobreviviremos comiendo hortalizas, frutas y verduras, dejemos libres a todas las especie animal en el planeta, que nazcan se reproduzcan y mueran de forma natural. Cerremos los mataderos y las granjas de pollo, los conejos, las liebres, dejemos libres por nuestros ríos el salmón, la trucha, etc.
Hagamos un mundo azul lleno de vida animal, aunque los animales mas cabrones nos vayamos eliminando poco a poco, llenos de nuestra propia imbecilidad.
Joaquín Hernández, periodista y analista político