EDITORIAL
A través del apartado de contacto recibo un correo que me consulta sobre el porqué se asocia la expresión ‘ser un mirlo blanco’ con algo raro o extraordinario.
La razón es bien sencilla…
El mirlo es un ave en el que destaca su plumaje totalmente negro y su pico amarillo anaranjado. La hembra posee las plumas de color pardo y algo rojizo por el pecho.
De ahí que se utilice la frase ‘ser un mirlo blanco’ para señalar que algo o alguien es raro, dándole un valor extraordinario en caso de encontrarse alguno.
Una variante de la expresión "MIRLO BLANCO" es ‘creerse un mirlo blanco’ y se aplica a aquel individuo que se cree superior a los demás, sin llegar a serlo.
Por tanto, existe una enorme diferencia entre calificar a alguien como un "mirlo blanco" (lo cual puede tener connotaciones muy subjetivas, incluso positivas) y creerse un "mirlo blanco" (lo cual trae añadido una connotación paranoide).
Calificar, describir, etiquetar, mantener y/o perseverar en el cliché de mirlo blanco a los demás es propio de quienes se consideran verdaderos "mirlos blancos", es decir personas "superiores al resto" y únicos poseedores de la última palabra.
El la lista de personas tóxicas del vanguardista psicólogo Bernardo Stamateas aparece en el número 7 el llamado "mediocre": es uno más de montón, pero no se resigna a ello.
por José Ramón Chávez
Director de Edición
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