OPINIÓN/ El mundo no volverá a ser el que conocíamos, es la frase más repetida en las últimas semanas, y es posible que sea cierta. Entretanto algunas certezas más.
-El capitalismo, por si alguien no se había dado cuenta, lleva al planeta hacia el colapso climático con terribles consecuencias. Tanto es así que en apenas dos meses de parón empezamos a ver a los ecosistemas respirar, florecen especies que se creía extintas, los niveles de contaminación bajan asombrosamente, las aguas se vuelven claras y hasta animales salvajes se aventuran por las ciudades. Toda catástrofe encierra una oportunidad, la pandemia nos apunta el camino, paradójicamente.
-El covid-19 y sus pandemias, con vacunas o sin vacunas, parece que han llegado para quedarse, y obligan al mundo a poner distancia y limitar los movimientos desaforados de personas, materias primas y bienes de consumo. Estas limitaciones repentinas implican una ralentización de las relaciones económicas globales y como consecuencia de ello, la primera máxima del capitalismo, maximizar los beneficios al mínimo coste, queda seriamente tocada. Dicho con otras palabras: las reglas del juego que habían estado vigentes hasta ahora ya no nos sirven.
Hasta aquí las certezas, toca ahora aventurarse en el terreno de lo que pudiera ser, toca ahora preguntarse ¿hacia dónde vamos? Para responder a esta pregunta bueno será hacernos otra pregunta previa: ¿de dónde venimos?
Cuatro son a mí modo de ver las características que definen las sociedades occidentales desde las que partimos hacia esta nueva aventura.
I.- Un capitalismo que institucionaliza las desigualdades. No hace falta explicar mucho: deslocalización de la mano de obra y los mercados de producción, explotación laboral, políticas de recortes, contención del déficit, adelgazamiento de lo público, baja fiscalidad, crecen sin parar las rentas del capital y bajan las rentas del trabajo, y así desaparecen las clases medias y nos convertimos en una sociedad con mucha gente precaria o próxima a serlo. Ya no hay una única clase obrera al estilo marxista, hay personas que trabajan por poco sueldo en muchos sectores del mercado, que se conforman y casi se sienten privilegiadas por tener un salario con el que malvivir, quizá porque por debajo están los trabajadores pobres, los que nunca volverán a trabajar y los inmigrantes, clandestinos o no, haciendo lo que nadie quiere hacer.
II.- Una sociedad despolitizada. Olvidémonos de las grandes movilizaciones sociales y de la ciudadanía comprometida y políticamente activa, la gente a este lado del mundo es básicamente pasiva. No existe el “pueblo unido”, entre otras razones porque no hay pueblo, solo hay masa atomizada básicamente silenciosa buscándose la vida como puede. La política es muy complicada, y la gente está bastante ocupada intentando sacar la cabeza del fango, no quieren una democracia participativa, no quieren saber de todo y decidir sobre todo, quieren que las cosas funcionen más o menos bien y que los dejen tranquilos con sus vidas. El ciudadano tipo fácilmente manipulable quiere mensajes sencillos y líderes a quien seguir. Las minorías activas son las que mueven las cosas.
III.- Desaparición gradual de la democracia. Nuestro mundo cada vez es más caótico y acumula más problemas. El terrorismo islamista, el secesionismo, la inmigración masiva, y ahora también el Apocalipsis climático y el bacteriológico, por no hablar de otros problemas, otras amenazas, otros terrorismos. En definitiva, muchos asuntos por resolver y muy pocas soluciones, o dicho de otra manera: son muchos los shocks, como diría Naomi Klein, y ante los shocks al ciudadano precario y despolitizado –conformista- le es fácil renunciar a derechos que no hace mucho dábamos por seguros. Y no hablo solo de pérdida de libertades cívicas del estilo de los derechos de asociación, expresión, sindicación o manifestación, me refiero también a la pérdida de derechos básicos tan elementales como la sanidad, la educación, la vivienda o la alimentación. Democracias transformadas en plutocracias, sin dinero, tú democracia se limita mucho, Y así, el ciudadano medio básicamente precario y despolitizado va aceptando progresiva y mansamente los cambios en el orden social, hacía unas democracias que poco a poco van quedando solo en el nombre.
IV.- Los valores europeos se diluyen ante los nacionalismos. Las tecnocracias neoliberales europeas han puesto tanto énfasis en lo económico que lo económico ha terminado por condicionarlo todo y condicionar por extensión a sus gentes, que ya no piensan en valores universalistas o de justicia social sino en beneficios o pérdidas… “¡en lo suyo!”. La tendencia tampoco ayuda, de un lado EEUU se cierra en sí mismo y deja de aspirar a ser el guardián del mundo, después el Reino Unido, rico, se separa del resto para no compartir lo suyo con nadie, tanto o más de lo mismo a escala nacional, con el nacionalismo secesionista catalán de los ricos queriendo soltar a la España pobre, como en la Italia xenófoba de Salvini, por no hablar de otros tantos países del Este de Europa, con partidos de ultraderecha nacionalistas y antieuropeístas creciendo por todos lados. Así, ya no queda apenas rastro de esa Europa de los Derechos Humanos que abogaba por una sociedad justa, libre y solidaria, lo hemos visto bien con el drama de los refugiados y lo estamos comprobando ahora mismo con el ¡Sálvese quien pueda! de cada país frente al coronavirus.
Tenemos ahora una idea más o menos clara del estado de cosas desde el que partimos hacia lo nuevo que vendrá. En este contexto, tres escenarios futuros posibles:
- Opción A: cómo en la crisis de 2008, ajustes, parches, una década mala, peor para unos cuantos, y vuelta al status quo del que habíamos partido. Básicamente nada cambia a expensas de que nuevas sacudidas pandémicas, económicas, bélicas o climáticas nos vuelvan a llevar al borde del abismo.
- Opción B: el capitalismo decide reforzarse en previsión de nuevas sacudidas y se hace más duro y salvaje, siguiendo el ejemplo de países menos democráticos que han encajado mucho mejor el nuevo escenario pandémico (Rusia y China). Esta opción se desarrolla en dos líneas básicas: i) Empobrecimiento generalizado de la población, con buena parte de ella malviviendo con subsidios mínimos excluida del mercado laboral, cuando no directamente olvidada; ii) Pseudodemocracias evolucionando hacia totalitarismos, en favor del control y la sumisión ordenada de la población.
- Opción C: deconstrucción progresiva del capitalismo (imposible demoler un edificio tan grande) hacia economías que primen el bien común (precio justo, salarios justos, no explotación, evitar las deslocalizaciones masivas de mercados, etc.), la solidaridad y la cooperación intra/inter comunitaria, el respeto al medio ambiente (Decrecimiento), el refuerzo de lo Publico y el aseguramiento generalizado a toda la población de como mínimo 4 derechos básicos, a saber, sanidad, educación, vivienda y alimentación, sin menoscabo de otros derechos no menos importantes, aunque no fundamentales para la vida –sí para una vida plena-, cómo son la cultura, el tiempo libre y otras tantas libertades cívicas.
En este punto de nuestro análisis toca preguntar a los actores sociales que habitaremos el futuro inmediato: ¿qué futuro deseamos? De entre las diversas respuestas nos quedaremos con todos los que de una u otra manera prefieran la opción C y los tomaremos como grupo de partida, y aquí tenemos, configurada ya, "la resistencia".
Bien pero, ¿dónde está toda esta gente?, preguntará alguno. Cierto, los de la opción C a menudo son cómo las lucecitas de las que hablaba Galeano en su libro de los abrazos, difícil localizarlos, aunque sabemos que están ahí. La unión hace la fuerza, dicen, habremos de juntarnos pues, y esto solo puede hacerse desde lo local, pues solo puedes juntarte con el que tienes cerca.
Aquí empieza nuestro trabajo real, tenemos un objetivo, un proyecto, una meta, mucho más noble que cualquiera de las otras dos, y sabemos que es posible, porque una vez fue posible, o lo está siendo ahora, en algún lugar, en alguna pequeña comunidad, y además de posible es urgente, impostergable, nos va en ello el futuro mismo de nuestra especie, con eso nos basta, nos debería bastar, para intentarlo al menos.
Última pregunta, ¿qué podemos hacer?, de nuevo respuesta compleja.
En el plano individual: ser capaces de identificar todas las conductas que nos separan de nuestro objetivo, y por extensión solo suman en pos de las opciones A y B, para no reproducirlas ni usarlas, en la medida de lo posible. Mucho se podría decir de las conductas correctas a aplicar en este caso. Me atrevo a resumirlo en una relación no violenta (no instrumental) con nuestro entorno y nuestros semejantes, si entendemos la "no violencia" en un sentido amplio, cómo empatía, solidaridad, autenticidad, honestidad, tolerancia y un largo listado de pasiones alegres (Spinoza). En este plano también entraría la acción política individual representada el derecho al voto, para lo que deberemos afinar bien entre las diversas opciones, por ser algunas bastante engañosas.
En el plano colectivo: participar en cualquier formato de asociación de personas que trabajen en pos de ese proceso de deconstrucción del capitalismo que nos habíamos fijado como objetivo en nuestra opción C, siempre, claro está, desde una relación no violenta, no instrumental, con nuestro entorno y semejantes.
Tanto en el plano individual como en el colectivo, son tantos los problemas sociales, tantas las carencias y las que están por venir, que no nos será difícil encontrar personas o espacios con los que aplicarnos de esta manera no violenta/no instrumental. Pasar de la teoría a la práctica será pues participar desde lo local, en asociaciones de barrio, en plataformas de acción ciudadana, en cooperativas de consumo responsable, en asociaciones solidarias, culturales, educativas, sanitarias, científicas, en sindicatos y hasta en agrupaciones políticas si hace falta, y sumar, en la medida de lo posible, para influir de alguna manera en nuestro entorno, y despertar, y sensibilizar, y entusiasmar, y lograr qué más gente se vaya sumando a la resistencia, y así poder cambiar nuestra realidad más cercana, al principio con una pequeña victoria, tal vez en un tema local, que quizá no nos parecerá vinculado a nuestro objetivo final, y nos resultará poca cosa, pero encerrará el germen y la fuerza necesaria para posteriores y más grandes victorias.
Pequeñas luchas ganadas generan sinergias para empresas mayores, tejiendo redes de acción en ámbitos geográficos más amplios, influyendo en la acción política y, porque no, participando también activamente en ella. Desde la legitimidad qué otorga confluir en un movimiento ciudadano que crece desde lo local, desde lo más pequeño, hasta lo más grande.
Recalco, la importancia de este crecimiento desde lo más pequeño a lo más grande, de abajo hacia arriba, en oposición a la tradicional acción política de una élite qué piensa y dispone, ejecuta y dirige. Está segunda vía, en apariencia más cómoda, dado que no implica una especial organización o trabajo de base, no es en mi opinión en absoluto viable, por varias razones.
-No se visualizan en la actualidad partidos políticos que estén por una deconstrucción real del capitalismo, más allá de parches y maquillajes estéticos.
-Tampoco hay grupos de influencia o personajes mediáticos (ajenos a la política) capaces de aglutinar en torno a ellos con fuerza suficiente.
-Se reproducen las mismas jerarquías elitistas contra las que se pretende luchar, impidiendo ese tan reclamado empoderamiento ciudadano y su mayoría de edad, favoreciendo la manipulación social.
-Dado lo denostado de la clase política actual, dicho movimiento de arriba abajo encontraría igual oposición en buena parte de la ciudadanía, contraria ideológicamente, igualmente manipulada.
Y bueno, esto es todo de momento. Entonces… ¿lo intentamos?
Por Eloy Cuadra, activista social