FERNANDO RUIZ/ La falta de dignidad de los partidos de derechas en nuestro país no conoce parangón. A la ultraderecha homofoba, xenófoba, machista, clasista y neofranquista de VOX ya la conocemos, no hace falta ser un lumbreras para darse cuenta "de que pie cojean". Son los señoritos de toda la vida, con apellidos compuestos y muy rancios que se creen por encima del bien y del mal.
Junto a ellos, algo más centrados, deberían estar los liberales conservadores del Partido Popular. Personas de ideología democristriana, más moderados y con "dos dedos de frente", que pudieran ser en ocasiones y, dependiendo del momento, una alternativa real. Y lo normal sería que estas opciones de derecha racional las representaran uno o dos partidos: quizás uno más conservador democristriano en la derecha, que podría ser el PP, y uno más liberal y en el centro que podría ser Ciudadanos.
Pero todo esto lo escribo en condicional porque, al contrario que en el resto de Europa, no ocurre en nuestro país. Ciudadanos ha desaparecido, y el PP, en vez de aprovechar para ampliar su espectro hacia el centro, ensanchando su espacio electoral, anda empeñado en espantar a los conservadores más moderados en una lucha fraticida por disputarle a VOX el espacio de la ultraderecha. A veces es difícil distinguir quien tiene un discurso más reaccionario, si Pablo Casado o Santiago Abascal. Y mientras los españoles de ideología conservadora, pero sensatos y equilibrados (que los hay), buscan un lugar donde refugiarse.
En nuestras islas, hemos escuchado a políticos de la ultraderecha criminalizar a menores inmigrantes, tratando de culpabilizarlos de un supuesto aumento de la violencia en las calles que, con datos en la mano, no es tal. Una auténtica desvergüenza que nos demuestra que el discurso de odio ya está instalado en algunos dirigentes ultras con responsabilidades de gobierno, como la concejala de Seguridad de Santa Cruz de Tenerife. Una irresponsabilidad y una indignidad que debería de provocar su dimisión o cese inmediato por incitar a la violencia, culpando a los menores de su incapacidad para ejercer su cargo.
Y por si todo esto fuera poco, el PP ha entrado en una especie de autodestrucción canibalista para que la ultraderecha siga ampliando su espectro en ese intento de parecer gente cabal y de fiar. Casado y Ayuso han desatado una guerra fraticida y, cual inmortales, solo puede quedar uno. Una vergüenza nacional como nunca antes habíamos vivido en un partido que debería ser serio pero hace mucho que dejó de ser una fuerza política para convertirse en una organización delictiva cuya única intención es enriquecer a sus dirigentes a costa del erario público y de los españoles y españolas. Y ante este panorama, VOX presentandose como la auténtica alternativa de garantías a la derecha y afilando los dientes para convertirse en la única opción frente a las fuerzas progresistas.
Sería una broma si no fuese una tragedia, porque a este país lo menos que le conviene ahora es una suerte de Le Pen o Salvini, un Orban de tres al cuarto en forma de Abascal que nos devuelva a lo más oscuro de la dictadura, de esos tiempos que ellos anhelan y que muchos inconscientes, por desconocimiento o imprudencia, están dispuestos a apoyar.