Las guerras son la demostración de lo peor de la condición del ser humano. Las guerras son la involución mas absoluta de nuestra especie y sacan lo peor de cada persona. Pero no todos son iguales en las guerras. Los conflictos bélicos siempre tienen los mismos perdedores. Da igual que la lucha armada se produzca en Rusia, Palestina, Yemen o Sudán, siempre pierden los mismos: el pueblo.
Ahora en Ucrania, pero antes en Yugoslavia, Afganistan o Vietnam, las muertes de inocentes se cuentan por decenas o centenares de miles. No podemos obviar que aún en nuestros días el peso que la industria armamentística tiene en la toma de decisiones de los gobernantes es innecesariamente desproporcionado. Por ello, lo que tendría que ocurrir es el deamntelamiento y la desaparición de todas las fábricas de armas de destrucción masiva. Pero es que es precisamente esta industria la que alienta los conflictos bélicos para hacer caja. Si el pueblo siempre pierde en las guerras, la industria de las armas siempre gana.
Porque nunca hasta ahora hemos estado tan cerca de una III Guerra Mundial, y cuando nuestro mundo parecía que había superado la tensión entre bloques vuelve a estallar el horror que nos hace sentir impotentes ante el manejo que los grandes dirigentes tienen de nuestro destino. Porque al final, esto no es más que el resultado de decisiones irracionales de individuos que dirigen Gobiernos, pero que jamás se mancharán las manos con la sangre de un inocente, ni empuñaran un fusil para luchar por su país.
Mucho le queda por evolucionar al ser humano, hasta lograr que los conflictos no se resuelvan con violencia, hasta alcanzar el nivel evolutivo de ser capaces de encontrar absolutamente despreciable el uso de la fuerza para cualquier asunto de nuestras vidas. Pero hasta que eso sea así, seguiremos perdiendo los mismo, los de abajo.