Luis Gonzalo Segura | rebelion.org | 15/07/2016
El cerco se estrecha a medida que aumenta la presión sobre Tony Blair por la publicación del Informe Chilcot. Una investigación que desnuda a nuestro país situándonos de nuevo en el anacronismo. Si es cierto que Aznar está cada vez más señalado, ello no se debe a la existencia de medios de comunicación libres, un nivel aceptable de estado de derecho o una saludable atmósfera democrática. El motivo es que otros han hecho lo que deberíamos haber hecho nosotros.
Invitaba estos días pasados Gary Lineker, antiguo futbolista de lengua más afilada que su voracidad goleadora, a que los defraudadores acudieran a España porque encontrarían un paraíso. El edén hay que extenderlo a los crímenes franquistas y bélicos, a los GAL, al saqueo del país y a tantos otros delitos que quedan impunes. Somos lo que votamos y votamos delincuencia e impunidad. En España hay más cloacas que en todas las películas de Torrente.
El que fuera primer ministro cada día tiene menos escapatorias y su respiración es más ahogada. Los medios de comunicación no pueden oxigenar las acusaciones, desvirtuarlas como hacen aquí, y la defensa ya no es efectiva ni inteligente, es desesperada. Blair, uno de los tres criminales que se fotografiaron orgullosos en las Azores, se queda sin salidas. Y eso afecta a José Mari por aquello de lo poco favorecedor que resulta que uno de los tres amigos termine con un pijama de rayas, literal o figurado. Aznar aspiraba con aquella fotografía a pasar a la posteridad y a vampirizar parte del poderío e imperialismo de británicos y norteamericanos. Sin embargo, ha terminado por ser devorado por la criminalidad. Aznar, efectivamente, se encuentra al mismo nivel que Blair y Bush. Los tres son criminales de guerra y, ahora, esa fotografía no es para exponerla orgulloso en el salón de casa. No es un yo estuve allí, es un no los conozco de nada, yo no quería… Si pudieran, eliminarían el selfie de aquella loca escapada, es tarde.
La estrategia para defenderse en España, grotesca e inadmisible en otras tierras más democráticas y común en Torrentolandia, es circunscribir la guerra a la invasión y, por tanto, si España no participó en la invasión, no lo hizo en la guerra. El problema es que si acotamos la definición de guerra de esta forma tan torticera a la fase de invasión, como pretenden Los Genoveses, ello nos obligaría a reescribir la historia. Da lo mismo, podemos con eso y con mucho más. Tendremos que sustituir en los libros todas las guerras de independencia, guerrillas, reconquistas y otros escenarios bélicos similares por misiones humanitarias. Así será. Vietnam, por ejemplo, fue una misión humanitaria, y Afganistán otra. No me explico cómo los afganos no son un país desarrollado con tanta humanidad repartida en su territorio durante tantas décadas.
Federico Trillo es un mentiroso patológico que tiene un almacén para guardar los cadáveres que arrastran sus decisiones. Sus mentiras resultan indigestas e insalubres para la sociedad (“En Irak no se pegó ni un tiro”). Habría que recordarle la Batalla del 4 de abril en Najaf o la matanza del 26 de abril (ambas en el año 2004) en las que participaron las tropas españolas. Supongo que en su ignominiosa concepción de la realidad debieron ser campañas humanitarias.
Un detalle reduce a cenizas la teoría que pretende defender que España no estuvo en la guerra de Irak: la batalla más sangrienta de toda la contienda, Segunda Batalla de Faluya, se produjo entre noviembre y diciembre de 2004, después de la retirada de las tropas españolas. No solo España estuvo en la guerra, sino que la abandonó antes de terminar.
En algunos de estos acontecimientos hubo bases que tuvieron que solicitar refuerzos y economizar la munición porque se agotaba. Pero no fue una guerra, claro, fueron labores humanitarias. Más de un millón de muertos, un Estado Islámico y 65 millones de desplazados en todo el mundo certifican nuestra humanidad y las magdalenas repartidas. Obvio.
España estuvo en la guerra de Irak (participó con dos mil militares en lo humanitario que puede resultar de repartir fuego a diestro y siniestro) y algo peor, no solo para Aznar, los tres líderes sabían que estaban tomando una decisión ilegal y utilizaron todos los medios a su alcance para cometer esa ilegalidad y presentarla como lo que no era. A lo Fernández Díaz y a lo Trillo.
Jorge Dezcallar, director del CNI, informó (y después aseveró públicamente haberlo hecho) sobre dos cuestiones esenciales de este crimen. La primera es que Saddam Hussein no apoyaba a Al Qaeda, entre otras cuestiones porque el mundo islámico no era ni es la homogeneidad que nos quieren presentar. Todo lo contrario. Es un universo terriblemente complejo, como las guerras civiles que se desarrollan en sus territorios, en las que no existen dos bandos enfrentados, sino múltiples y con intereses cruzados. La segunda es conocida por todos, en Irak no había armas de destrucción masiva.
Es innegable que José María Aznar tuvo conocimiento fiable y exacto de lo que ocurría en Irak, nada menos que su jefe de los servicios secretos, y que la decisión que tomó fue conscientemente errónea. Delictiva y criminal serian términos más adecuados. Y lo hizo por agradar al yanki, un presidente inepto, colonialista y déspota. También por arrimar el cazo y recoger las migajas. De ahí el Informe Chilcot o las revelaciones de Ernesto Ekaizer y lo ridículo y faldero que resulta con el tiempo ese comportamiento.
De ello se deriva su responsabilidad directa en todo lo ocurrido, en los más de un millón de muertos, en el expolio de petróleo y otros recursos del país y en la pobreza y miseria generada que tuvieron como consecuencia el surgimiento del Estado Islámico (junto a la financiación y promoción de USA-ALIADOS-OTAN-OCCIDENTE).
Aznar es responsable directo de millones de muertos, del 11-M, del asesinato de ocho espías españoles en Irak en dos atentados, de los militares españoles fallecidos en la contienda y todos los que se han suicidado o han acabado abandonados o con problemas psicológicos. Es también responsable directo de todas las torturas cometidas (los españoles también torturamos), de los periodistas fallecidos (Couso y Anguita) y es, finalmente, responsable directo de parte de los 65 millones de desplazados que vagabundean desesperados por la guerra invisible que vivimos.
Sé que en este país se fomenta el silencio y se premia la insinuación. Sé que se aplaude hasta la exasperación aquellas palabras que sin decir dicen, se eleva a la categoría de arte dibujar un personaje sin mostrar su rostro. Los millones de muertos no merecen eso, no merecen bisutería. Aznar (y otros muchos) es un criminal de guerra y este país no será decente hasta que sea juzgado como tal o, al menos, señalado y repudiado de forma unánime por todos los medios de comunicación y la sociedad.
Su crimen ocasionó la muerte de millones de personas y la destrucción de millones de futuros, nuestro crimen es esconderle en la impunidad y la insinuación.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra, miembro del Colectivo Anemoi
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