Escribir en la cocina está bien. Ahora estoy en a cocina escribiendo. Estoy sentado en un taburete y el ordenador está sobre una pequeña mesa que utilizamos para comer los días que no somos muchos. Esto de escribir en la cocina tiene su encanto.
Mientras se hace algo esbozo algunas historias, contesto también mails y me tomo unos segundos para pensar en aquellos personajes a los que intento dar vida.
Ellos también comen y son protagonistas de sus historias en cocinas. Igual que nosotros. Yo no puedo evitar remontarme a mi infancia, la encimera era más grande porque yo era más pequeño.
Y desde allí abajo esperaba la merienda. Se habían caído algunas migas de pan y observaba como mi madre o mi abuela me preparaba el bocadillo. Mi abuela. Parecía disfrutar mientras me hacía el bocadillo.
Y me sonreía cuando me lo daba y salía corriendo. Corría de la cocina como si no tuviera importancia. Hasta que no me hice mayor no me di cuenta de que era un verdadero santuario, en el que uno se alimentaba y gestionaba parte de su salud. Nuestra salud.
Y bueno, también me recuerdo sentado en la cocina de mi abuela, todo era muy triste porque había fallecido alguien. Y algunos habían traído comida de la calle. Y después está esa sensación.
No sé si os pasa, pero yo siento que hacemos parte de nuestras vidas dentro de una cocina. Aparte de cocinar hablamos. Estoy seguro de que muchos cierran la puerta de la cocina para discutir con su pareja, para que no se enteren los niños. Otros se han dado la mano mientras comían.
También los niños utilizan las mesas para estudiar, en aquellas casas realmente pequeñas. Y nos hemos enterado de noticias malas dentro de cocinas. Y hemos hablado de temas importantes mientras tomábamos un vino. La cocina se presta a todas aquellas reuniones de amigos.
Las cenas realmente intimas e interesantes se empiezan en las cocinas. Yo suelo quedar con unos amigos para cenar una vez a la semana y nos tomamos un vino mientras hablamos sobre lo que nos ha pasado en la semana, y sobre la vida. Cocinamos mientras bebemos y cuando terminamos de comer estamos realmente borrachos. Y ahora que me pongo a recordar, me viene a la memoria aquella época de estudiante en la que me levantaba y comía pizza recalentada después de una dura noche de fiesta.
Había que reponer fuerzas y comía de pie, mientras pensaba en aquello y lo otro. Si voy mucho más atrás recuerdo a mi padre preparando un cola cao durante las frías mañanas de invierno. Me quitaba el pijama rápido y me ponía los pantalones allí mismo, junto a un pequeño calentador.
Todavía era de noche y salíamos a saborear el roció después de un desayuno que calentaba un poquito nada más. Lo siento. No puedo evitar estremecerme cuando hablo de cocinas. Me cuesta trabajo elegir entre elaborar un guiso o un textito de estos.
Quizá en el fondo cocinar es regresar al pasado, a los recuerdos. Nos podemos emocionar con un buen plato. No sé, me cuesta tanto dejar de escribir sobre las cocinas.