LIBREDIARIO@DIGITAL / TECNOLOGÍA
Hacer deporte, jugar, enamorarse… en el ordenador o en el teléfono hoy día se puede desarrollar cualquier actividad gastando menos dinero, más fácilmente y con menos riesgos que en la vida real. Pero, ¿en qué se convierte la vida cuando los juegos, los deportes y los amores sólo tienen lugar en una pantalla?
El ordenador ha tenido unos efectos inesperados en la evolución biológica del hombre.
Jugar al fútbol en el ordenador no desarrolla los músculos, ni el corazón, ni la destreza física. También nos priva del espíritu de equipo, de los amigos, de los buenos recuerdos y de pasar un buen rato riéndonos. A largo plazo, son unas valiosas experiencias vitales que no hemos vivido. No construimos nada, nos quedamos solos… y el riesgo de caer enfermos aumenta.
Pero el fenómeno es todavía más triste cuando hablamos de amor.
El amor en lata de conserva
Por supuesto que dar el primer paso puede no ser fácil. Las relaciones personales no siempre lo son, y acercarse al otro y entablar una conversación a veces requiere una gran valentía. Implica correr un riesgo, la posibilidad de fracasar y de ser rechazado, lo cual nos recuerda nuestras debilidades y temores. La timidez, el pudor y el miedo a no estar a la altura paralizan. ¿Cuántos enamorados aterrorizados nunca se atreverán a declarar su amor?
Antes las personas estaban obligadas a salir del cascarón más tarde o más temprano, pero internet ofrece hoy día otras vías de escapatoria: la amistad, el amor y el sexo virtuales. No necesito salir ni exponerme. No necesito quedar, ni tan siquiera hablar. No necesito agradar. No necesito ponerme delante de nadie. Con sólo hacer un clic puedo cumplir (o al menos tener la falsa impresión de que lo hago), todas mis fantasías, yo solo, en mi rincón.
Y la cantidad de personas que caen en esta trampa es alarmante. Según un estudio publicado en el Journal of Developmental & Behavioural Pediatrics, de media los niños empiezan a ver películas pornográficas en internet a los 12 años. Posteriormente, el 63% sigue viéndolas todas las semanas y el 10% todos los días (hablamos así de un 73% en total).
A gran escala se puede decir entonces que hoy en día unas máquinas, las memorias de los ordenadores, son las que suministran a un número enorme de personas no sólo sus primeras emociones afectivas, sino después también el conjunto de experiencias de su vida afectiva y sexual, compuesta nada más que de imágenes y efectos de sonido pregrabados y reproducidos en una pantalla artificial.
Al mismo tiempo, el número de jóvenes de entre 18 y 24 años que declaran sentirse solos aumenta: según un estudio de TNS-Sofres, actualmente el 49% no consigue desarrollar suficientes vínculos afectivos satisfactorios con su entorno. ¿Le sorprende?
Y lo peor es que hasta en los casos (cada vez menos comunes) en los que existe una relación real, internet sigue siendo una peligrosa competencia para la vida en pareja…
Una imagen tristemente habitual: parejas para quienes la presencia del otro es menos importante que sus contactos del smartphone.
Hasta las amistades peligran. Fui a despedir a mis hijos, que se iban de campamento con el colegio. Era muy temprano. Ya había algunos coches y esperaba encontrarme con cientos de alumnos superemocionados y encantados de poder marcharse unos días, pero en su lugar reinaba un silencio sepulcral. En la penumbra sólo podía distinguir siniestras siluetas alumbradas por halos azulados (la luz de las pantallas) y ocupadas consultando sus móviles e intercambiando mensajes con los que no estaban allí. Cada uno se encontraba enfrascado en su propio mundo, indiferente a los seres de carne y hueso que tenía a su alrededor.
¿Y eso por qué? Dicen que para mantener una “red social”…